Cebolla confitada o caramelizada
Hace unos años la cebolla caramelizada estuvo muy de moda. ¡Se le echaba a absolutamente cualquier cosa!
A mí me gustaban mucho las tostas de queso con cebolla caramelizada, qué toque más rico le daba. También te la encontrabas en cualquier ensalada que quiese ser mínimamente moderna.
Pero, claro, lo moderno de entonces es ya bastante viejuno ahora. ¡Es lo que tienen las modas!
Aún así a mí me sigue pareciendo que queda muy resultona en según que preparaciones. Y, por supuesto, para acompañar cualquier plato al que le quieras dar un ligero toque dulce.
Pero además es un buena receta de fondo de armario, o mejor dicho, de fondo de refrigerador.
De esas que puedes preparar con antelación para que luego te saquen de un apuro o, más exactamente, para que te ahorren diez minutillos mientras preparas un plato.
Por eso algunas veces preparo cebolla pochada y otras en cambio prefiero esta confitada.
Esta versión de la receta es la más clásica, es decir, sin echarle azúcar.
Porque la gracia es justamente que la cebolla se caramelice con los propios azúcares de la cebolla, sin necesidad de añadirle nada ella alcanza el punto justo. (Y además es más saludable.)
INGREDIENTES
- cebollas
- aceite de oliva
PREPARACIÓN
Pelamos y picamos las cebollas.
Calentamos ligeramente el aceite en una sartén (no queremos que esté muy caliente y que nos las fría), las echamos y removemos para asegurarnos de que todas quedan cubiertas.
Las cocinamos prolongadamente a fuego bastante bajo.
Puede tardar bastante tiempo (a mí esta tanda me ha llevado más de una hora) y hay que remover de vez en cuando.
Es importan que no se nos doren demasiado, queremos que se hagan poco a poco y por igual.
Si parece que se queda sin líquido podemos añadir un poquitín de agua, ya que se pierde con la evaporación.
También puedes minimizar esa evaporación tapando la cazuela una vez que la cebolla está tierna, y levantándola solo cada vez que necesites remover.
En cualquier caso no es necesario añadir más aceite.